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miércoles, 8 de septiembre de 2010

La Vanesa de los Cardos y su carrera de relevos hacia el norte de Europa


- por Cristina Junyent (Doctora en Biología por la Universitat de Barcelona y directora de la Fundación Ciencia en Societat)
- el 08-09-2010

La integración de las complejas estrategias de supervivencia de los seres vivos y de los elementos inertes de nuestro planeta ha permitido una increíble variedad de formas de aprovechamiento del entorno. Para difundir, informar y promover la protección de la diversidad biológica del mundo, y con el objetivo de reducir su pérdida constante, la Organización de Naciones Unidas declaró en 2010 Año Internacional de la Biodiversidad.

Por ello, desde la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica se alienta a las distintas organizaciones y al público en general a tomar medidas directas para tomar conciencia de la importancia de la conservación de la biodiversidad para el entendimiento y el bienestar humanos, incluso como valor económico. Nuestro grano de arena consiste en explicar un ejemplo de interacción entre una pequeña especie voladora y un fenómeno atmosférico, el viento.

Que el viento arrastra polvo, lo aprendemos pronto. Saben bien en Canarias que cuando el harmatán sopla fuerte, los satélites captan imágenes de las islas bajo un dorado manto de polvo del desierto. Es la actividad convectiva de la atmósfera del desierto, especialmente aguda en verano, la que provoca el ascenso de las masas de aire que arrastran el polvo. Los vientos de altura se van a encargar de su desplazamiento a grandes distancias.

El polvo sahariano que llega a Canarias y a la Península Ibérica puede ser de dos tipos, según su procedencia. Uno, formado por partículas más groseras de cuarzo, proviene de Túnez; mientras que el más fino y rojizo procede del Sahara mauritano. El carácter básico de las partículas arcillosas que forman este último, cuyo pH está alrededor de 7, es beneficioso ya que cuando alcanzan la cuenca mediterránea neutralizan los efectos de la lluvia ácida. Ahora bien, los efectos en las personas no suelen ser así de beneficiosos. Al contrario, cuando el polen llega en densas nubes a Canarias provoca ingresos hospitalarios por patologías cardiorrespiratorias o alérgicas. Y los alérgicos saben también que el viento puede arrastrar polen a grandes distancias. Por ejemplo, aunque en el archipiélago no crezcan, en Canarias hay alérgicos al polen de olivos (Olea europaea) procedente de los olivares de Andalucía.

La mayoría de los vegetales aprovechan los movimientos de la atmósfera terrestre para dispersar sus semillas. Los vegetales llamados anemófilos difunden a través del viento un polen que puede fertilizar a un receptor alejado, si lo encuentra, y favorecer la heterocigosis de la especie. Los anemócoros, en cambio, son aquellos que lanzan sus semillas al viento esperando colonizar nuevos territorios, no necesitan encontrar ningún otro ejemplar de la misma especie. Recordemos las aladas sámaras de los olmos (Ulmus minor) o de los arces, o los plumeros de los vilanos de los plátanos de sombra (Platanus x hispanica) o de los cardos (Cardus). Y recordemos también que la fuerza del viento puede transportar también animales, como ha sucedido muchas veces. La respuesta a cómo pudo tener lugar la colonización de las islas Galápagos por pinzones hay que buscarla en el viento.

No cuesta imaginar que fuertes ráfagas ventosas empujaran 1.000 km hacia el oeste a bandadas de pinzones que sobrevolaban la costa oeste de Sudamérica. Distintos grupos alcanzaron diferentes islas de modo que, según cayeron, debieron de adaptarse a los recursos que había en cada una de ellas para sobrevivir. Su evolución divergió hasta hacerlos tan distintos que, en un principio, Charles Darwin creyó que eran especies diferentes.

Así que podemos pensar que este vehículo se ha utilizado en otros procesos de colonización de otras especies en otros lugares. Pero también que se ha empleado para migrar; los animales voladores aprovechan para emigrar las ocasiones en que los vientos altos soplan fuerte. Hemos visto muchas veces bandadas de aves volando en uve. Sin embargo, lo que vamos a contar es el bonito ejemplo de una especie migradora más pequeña, la mariposa de los cardos. Pocas especies de mariposas migran, ya que no se suelen desplazar más que en un radio de un kilómetro. Y además es una opción arriesgada para ellas porque el viento les puede ser desfavorable y desplazarlas hasta algún lugar donde no puedan sobrevivir. Pero, a pesar de ello, algunas realizan sorprendentes migraciones periódicas.

La mariposa migradora más conocida y espectacular por la cantidad y sincronía en el desplazamiento de los individuos es la mariposa monarca (Danaus plexippus), que migra entre México y Canadá. Una gran cantidad de amantes de las mariposas, o de turistas zoológicos, se desplazan también para ver la formidable escena. Otras migradoras en el este del Atlántico son Pontia daplidice, la mariposa tigre (Danaus chrysippus) -que solía vivir en África pero se ha establecido ahora también en la Península donde se cree que ya realiza el ciclo completo-, Cornifrons ulceratalis, y una polilla que se alimenta de cereales (Autographa gamma).

Ahora bien, el caso más fascinante y sorprendente, que todavía se está desvelando en toda su magnitud, es el largo y complejo viaje de la mariposa de los cardos (Cynthia cardui, también denominada Vanessa cardui). Se la conoce asimismo como doncella pintada por la traducción literal de su nombre inglés, painted lady. Es de las pocas mariposas migradoras europeas y la única que completa un ciclo entre Europa y África.

La mariposa de los cardos puede ser observada en la Península Ibérica en primavera, pero apenas el resto del año. Al buscar el porqué se asoció su aparición con la llegada de aire del desierto, ese aire que arrastra partículas arcillosas rojizas. Y por radar se detectó que en las masas de aire procedentes del desierto africano se desplazaban "partículas" de mucho mayor tamaño que la arena. Así que se infirió que las mariposas también aprovechaban los vientos de altura. Su fuerza y magnitud explican cómo Cynthia cardui puede llegar desde el Atlas marroquí hasta la Península Ibérica, un trayecto de unos 2.000 km, en tres o cuatro días cuando según la energía que podría generar un organismo de sus dimensiones requeriría meses.

En Cataluña hace unos años que se realiza el seguimiento de las mariposas en general, y de la de los cardos en particular, desde el Butterfly Monitoring Scheme, coordinado desde el Museo de Ciencias Naturales de Granollers. Cada semana desde marzo hasta septiembre numerosos voluntarios estudian transectos de 25 metros en un centenar de hábitats diferentes (en ecología un transecto es una técnica de observación y muestreo de un organismo en un recorrido lineal imaginario sobre una parcela o terreno). A partir del estudio de las masas de aire que podrían haber transportado a las mariposas cada año, supusieron dónde podía estar el punto de origen de un viaje cuyo destino es la Península Ibérica.

En la primavera de 2009, una expedición financiada por el CREAF (Centro de Investigaciones Ecológicas y Aplicaciones Forestales) se dirigió a Marruecos para confirmar el punto de emergencia de la mariposa de los cardos. El objetivo de la expedición era el valle del Sus, al sur del Atlas, donde esperaban encontrar las orugas que, una vez transformadas en mariposas, llegarían a la costa oriental de la Península Ibérica. Y tuvieron suerte, encontraron miles de orugas alimentándose en los cardos y miles de crisálidas en los árboles. Era el 28 de marzo. El 4 de abril ya se confirmaba en Cataluña la presencia de millares de mariposas llegadas sobre los cálidos vientos del sur.

Una vez en el destino las mariposas completaron su ciclo vital, con las fases de huevo, larva, crisálida y adulto. La siguiente generación emprendió de nuevo el viaje hacia el norte, hacia Inglaterra. Allí se repitió el ciclo y al final de verano la tercera generación aprovechó los vientos del norte y regresó a la Península Ibérica. Y dos meses más tarde, otro golpe de viento trasladó a la cuarta generación a Canarias y de nuevo a Marruecos. Pero ahí no termina el viaje porque, después del siguiente ciclo de dos meses, una quinta generación llegó hasta el golfo de Guinea. Y ya la sexta regresó al Atlas marroquí. De modo que esta sorprendente y espectacular carrera de relevos la realizan seis generaciones, cada una de ellas completa un ciclo vital de dos meses entre cuatro localidades de cría situadas en Europa y en África. En total, recorren unos 10.000 km.

¿Qué les hace iniciar cada migración? En realidad se desconoce, quizá se lo indiquen la humedad o los vientos. ¿Cómo saben que han llegado a cada destino? Tampoco se sabe. En Cataluña se ha postulado que quizá sea la tramontana el factor que les indica la proximidad de los Pirineos, hito que no deben rebasar. El caso es que cada vez llegan al lugar idóneo para poner huevos y garantizar el desarrollo de las larvas.

Cuando llega el momento de preparar la crisálida, la oruga teje el capullo adherido a plantas, se encierra y sufre su metamorfosis. Dicen quienes lo han visto que la emersión de las mariposas es mágica porque, para desplegar las alas, el cuerpo del insecto bombea un exceso de hemolinfa hacia los canales de las alas. Como no se aprovecha toda, alguna gotea sobre las hojas en que se posa la mariposa recién nacida, de modo que deja un reguero como si fuera de sangre. Es cuando son más vulnerables frente a sus depredadores: golondrinas y vencejos, abejarucos y ranas.

Las mariposas de los cardos siempre ponen un número similar de huevos, de manera que su demografía estará regulada por las condiciones ambientales. Si son adversas morirán más huevos o más larvas. Si son óptimas, el crecimiento puede ser impresionante. En el año 2009 hubo una migración espectacular, la más abundante registrada en los últimos cincuenta años. ¿Qué hizo crecer tan extraordinariamente a la población? Quizá las lluvias de otoño provocaron un crecimiento abundante de cardos, malvas y otras flores del Atlas, de las que se alimenta la Vanesa de los cardos. Muchos de nosotros pudimos disfrutar de la belleza de estos insectos en la etapa mediterránea de su carrera de relevos hacia el norte de Europa.